20 marzo 2011

La fuerza de los débiles.

Siempre he sostenido que la violencia es la fuerza de los débiles, y que no hay mayor demostración de fuerza que la renuncia voluntaria a utilizarla. Por innecesaria. La fuerza que nos muestra la sociedad japonesa radica en la práctica inexistencia de rapiña sin necesidad de una violencia que la controle. Por el contrario la debilidad de los gobiernos occidentales se muestra en los bombardeos sobre territorio libio; la debilidad de Gaddafi es proporcional a las fechorías de sus fuerzas, y la debilidad del sociedad libia les ha llevado a la necesidad de exigir sus derechos con el peligroso argumento de la violencia. Siendo la debilidad un factor común a la violencia desatada en Libia, entender las razones de la debilidad es lo que nos debe interesar.

El culpable de la debilidad de la sociedad libia, así como de la suya propia, no es otro que Muammar el Gaddafi, ayudado, eso sí, por la acción o la inacción de los mismos gobiernos que hoy conforman la coalición internacional, liderada por Estados Unidos, Francia y Reino Unido y en la que participa España. Esa misma acción o inacción pretérita es la razón de la debilidad que les ha llevado a no tener más salida que el ejercicio -no suficientemente legítimo- de la violencia. Por ello, la única violencia legítima, aún con los errores y horrores que conllevará (ni lo dudemos), es la ejercida por la sociedad libia en la búsqueda de sus espacios de derecho, libertad y democracia.

Por otra parte cabe decir que no suficiente legítimo no es lo mismo, diga lo que diga IU/ICV, que ilegítimo. Los errores históricos que componen la debilidad de la coalición quitan, ciertamente, parte sustancial de la legitimidad que tiene el defender al débil ante el acoso ilegítimo del poderoso. Pero ¿le quita toda legitimidad? Contestar que sí, que le quita toda legitimidad volviendo al acto ilegítimo, utilizando además palabras de enganche como ‘ardor guerrero’, nos coloca a toda la sociedad en la tesitura de una completa inanidad ante cualquier atropello presente y futuro. Insisto: a toda la sociedad, pues no sólo fueron los gobiernos los que se acomodaron a una situación que les aseguraba petróleo, gas y control geoestratégico, hemos sido todos los componentes de la sociedad los que hemos disfrutado de ese acomodo, y no sólo para con Libia, sino también con respecto a la práctica totalidad de sociedades subdesarrolladas, en vías de desarrollo o emergentes.

Igualmente cabe decir que la no extensión a otras latitudes de una respuesta de equivalente violencia contra los poderosos que someten a sus ciudadanos merma la legitimidad de la acción contra el gobierno de Libia, sí, pero debemos insistir que no del todo legítimo no es lo mismo que ilegítimo.

No es cínico apoyar una violencia no del todo legítima desde la comodidad de nuestra sala de estar. Al menos no lo es si parejo a ello reconocemos que nuestro apoyo no es sino el reflejo de nuestra debilidad y de los errores que la han provocado.